martes, 28 de abril de 2015

Contactar con editoriales


Hugh Grant yJulia Roberts en Notting-Hill-movie,1999
En una de mis entradas anteriores expresaba cuanto me costaba poner el punto y final a mi segunda novela. Ya puedo deciros que lo logré; después de no sé cuántas revisiones, puse ese punto y final con satisfacción.  El siguiente paso era registrar mi obra, pues si mi intención era darla a conocer era indispensable. Conseguido el objetivo, ¿dónde exponerla al público? Mi gran dilema. Amazon es una opción viable y cómoda, pero la promoción es muy difícil para un autor autopublicado, mi experiencia con mi primera novela es prueba de ello, por lo que he pensado que, tal vez, mejor opción sería enviar mi segunda obra a editoriales convencionales. Sé que es una aventura complicada, serán meses de espera de una respuesta que, posiblemente, ni siquiera llegue, pero no quiero dejar de intentarlo. Rastreando en mi ordenador he logrado dar con ciertas editoriales que aceptan manuscritos, por tanto, ha sido fácil hacérselo llegar; en otros casos donde no existía tal posibilidad he mandado cartas de presentación informando del tema de la novela y mi interés por que la conozcan, algunas han aceptado. Tengo unas ganas enormes de que mi nueva historia salga a la luz, pero si la espera da sus frutos bienvenido sea ese tiempo de demora.
Como sé que muchos de vosotros también escribís y quizá tengáis ilusión por publicar, os voy a dar varios nombres de editoriales que reciben manuscritos desde sus webs.

http://www.plataformaeditorial.com/contacto/15/1/13/0.html#Ancla

Por supuesto que hay muchas más, pero yo me he inclinado por algunas de éstas. Os sugiero, antes de enviar, observar si vuestro manuscrito se ajusta a los contenidos que publica la editorial seleccionada por vosotros, de lo contrario, la rechazarán.

Ahora solo me resta aguardar. Ya os contaré.

sábado, 4 de abril de 2015

Las nuevas tecnologías.


Imagen de la película Matrix
Que las nuevas tecnologías son parte indispensable de nuestro día a día no es nada que yo descubra a nadie, sólo hay que echar un vistazo a nuestro alrededor para observar que no hay persona del mundo desarrollado que vaya de un lugar a otro, como mínimo, sin su móvil. Verdaderamente el servicio que prestan al individuo es encomiable, pues son una fuente de recursos de los de «aquí y ahora» que con un simple «clik» tenemos al alcance de la mano. Un día sí y otro también vamos conociendo mejoras en tales medios que nos obligan a adquirir, si el bolsillo lo permite, lo último, haciéndonos  desdeñar lo que hace tan sólo unos meses era una novedad; ni siquiera da tiempo a que envejezcan nuestras similares pertenencias. Los avances son tan increíbles que soy incapaz de imaginar hasta dónde se situará el límite. De ahí este microrrelato. Espero os guste.


Lo que no haga mi móvil…

¡Mi iPhone!, por fin lo tenía. Me costó el primer sueldo de trabajadora en prácticas y alguna que otra queja de mi madre, pensaba que aquel dinero lo malgastaba. Nada que ver, es más, con el tropel de aplicaciones que le instalé mi iPhone se convertía en toda una maravilla a los ojos de cualquiera. Y ese «cualquiera» llegó. Se presentó ante mí, un sábado de madrugada, cuando volvía a casa después de pasar la noche entre amigos y nuestros móviles; desprendernos de ellos era empresa imposible. El tipo, un chaval de unos dieciséis años, me obligó, navaja en mano, a dárselo. Sin oponer resistencia, no tenía las de ganar, se lo entregué y aguardé lo que en unos segundos habría de ocurrir. Como confiaba, el joven manipuló mi iPhone un momento y… ¡voila!, sin la menor cortesía mi pequeñín se defendía del intruso con una potente descarga que dejó al tipo tumbado en el suelo. Comprobado el éxito del programa anticacos.

©M. Carmen Rubio Bethancourt