Imagen de la película "El club de los poetas muertos" (Peter Weir,1989)
El once
de agosto del presente mes, conocíamos la noticia de que el actor estadounidense
Robin Williams se había suicidado. No puedo imaginar que circunstancias
personales le harían tomar esta decisión tan dramática, algo muy duro tendría
que estar viviendo para llegar a ello, pero, sin duda, los amantes del
cine hemos perdido a uno de los grandes. Reconozco que no todas las películas
que he visto de este genial cómico me han gustado, no por su labor que es
magnífica, los argumentos no me llenaban, sin embargo, con sólo una de sus
obras, “El club de los poetas muertos”, me ganó para siempre. Aquella película
la vi en el momento de su estreno en el cine y supo, con
su interpretación en el papel del profesor John Keating, emocionarme. Recuerdo
muchas enseñanzas preciosas de aquella obra, su concepto de carpe diem, el
valor a los sentimientos, la amistad, la libertad, y me recuerdo llorando a
moco tendido con aquella despedida de sus alumnos a su querido profesor con la
célebre frase: “Oh, capitán, mi capitán”. Yo creo que Robin Williams era ese
alma que reflejó perfectamente en aquella bonita película, tal vez ese
inconformismo le hacía imposible la existencia. Sea como fuere, este gran actor
vivirá para siempre. Descanse en paz.
Por M.
Carmen Rubio Bethancourt