No
pretendo con esta entrada dar consejos, simplemente haceros participes del
proceso que yo utilicé para realizar la mía: “Futuro bajo sospecha” (si queréis
saber de ella id a la pestaña superior del blog que lleva su nombre), por si os
sirve de algo mi contribución para ejecutar vuestro proyecto.
Mi
novela, como otras tantas que tengo desarrollando o
desarrolladas, se inició con una idea: un canto a la vida. Una vez tuve mi motivación y mi
horizonte, comencé a elaborar en mi mente la historia; gesté un inicio, una catástrofe; un desarrollo, con las incertidumbres y situaciones que genera una situación desesperante y,
por supuesto, un final. Puesto que pienso que antes de comenzar a escribir nuestro
relato las piezas deben de estar, grosso modo, sobre la mesa. Con un guion que
seguir, una protagonista, personajes y posible final comencé a redactar mi
novela.
Pero no todo, aunque esté más o menos hilvanado, es coser y cantar,
al menos no para mí, ya que a veces surgen inconvenientes a nuestro trabajo: lapsus, bloqueos, la situación que suponías no es apropiada o los acontecimientos y personajes no quieren ir por donde los llevas. Sin embargo, nada de esto debe suponer un perjuicio para llevar a cabo nuestro propósito, un bloqueo se solventa
distanciándonos de la historia por un tiempo, no debemos persistir en él,
incluso si tenemos posibilidad de ir hacia otra parte de nuestro relato, mejor,
ya regresaremos en otro momento al que dejamos aparcado; en cuanto a
situaciones que no parecen ser idóneas a nuestra obra, es algo positivo,
ideamos algo más adecuado al desarrollo de la novela y listo; en cuanto al hecho de
que los acontecimientos y personajes parezcan seguir su propio curso, esto a
mí, más que un escollo, me parece perfecto. Sobre esto último, recuerdo una escena, un malentendido que se produce entre dos personajes de mi novela,
un acontecimiento crudo y doloroso y que tiene tremendas consecuencias para
sus protagonistas, pues bien, no parecía fluir de mi cabeza, sino de los personajes, como si fuesen ellos quienes me dictaran qué escribir. Fue fantástico. De todos
modos, aunque surjan imprevistos, creo que nuestra historia debe estar trazada
desde el principio, como el boceto del pintor. Posiblemente, según elaboramos nuestro
relato, ese guion preconcebido se transforme, pero, al menos yo, lo encuentro
necesario para comenzar a escribir.
Una vez concluida nuestra novela, viene algo que considero preciso para darla por finalizada, leerla y releerla. Seguramente encontremos algo
que no haya quedado de nuestro agrado, es el momento de enmendarlo. Yo lo hice
varias veces. En el inicio, sin ir más lejos, en la primera versión de mi
novela Desirée, la protagonista principal, no hacía su primera aparición
encontrándose en el búnker, por lo que yo, resuelta a ejecutarlo de otro modo, me
vi en la obligación de reelaborar un par de capítulos de mi relato. Era como
dar un paso hacia atrás, pero el resultado fue mucho más acertado. No hay que
tenerle miedo a destruir y construir si con ello mejoramos nuestro trabajo. Además, seguro que se nos han colado algunas erratas ortográficas.
Satisfechos
con nuestra obra, sólo nos resta ponerle título a nuestro relato. Hay quienes
lo tienen preconcebido y quienes no, en mi caso, tenía ideas sobre él, pero nada
decidido. El título es algo que debe ser atrayente, que motive al lector a indagar qué se
esconde tras él; no sé si yo con “Futuro bajo sospecha” lo he conseguido,
espero que sí.
Y al fin,
nuestro proyecto es una realidad.
Espero
que os haya servido de ayuda cuanto he expuesto, de todos modos, como dice el refrán, “Cada
maestrillo tiene su librillo”.
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