El matrimonio Arnolfini, de Jan Van Eyck
Esta
nueva entrada es fruto de un ejercicio literario (tenía que componer un pequeño
relato narrando en segunda persona, es decir, como si lo estuviera expresando
directamente al lector, aunque éste no sea su destinatario), pero excepto para cartas
o mensajes privados no es el modo en el que me gusta contar historias. Sin
embargo, es bueno enfrentarse a este tipo de retos que ni siquiera se te pasan
por la mente. A ver qué os parece mi pequeña reprimenda a esos compañeros y
compañeras sentimentales que no nos hacen ni caso.
Unión imperfecta
Me
echas la culpa de nuestra separación y te atreves a decir que no he puesto nada
de mi parte por continuar, ¡qué risa me da! ¿Sabes la de días y noches que he
llorado tu indiferencia? No, no lo sabes, ¿cómo ibas a darte cuenta si apenas
me mirabas y apenas me escuchabas? Pero, claro, a todo se acostumbra uno, en mi
caso, a no necesitarte. ¡Ah!, antes de marchar, si te duele tener que limpiar la
casa, planchar la ropa, hacer tu almuerzo o la cena..., no te preocupes, hay mucha
demanda laboral para ejercer este tipo de tareas.
©M.
Carmen Rubio Bethancourt