Otoño
inspirador.
Es
un hecho comprobado que la naturaleza es motivo de inspiración para muchos
escritores, y, como parte de ella, las estaciones no iban a ser una excepción.
Y dado que entramos en una de las que a mí más me gustan: el otoño, me ha
parecido acertado dar la bienvenida a éste con algunas creaciones literarias de
escritores célebres que, de un modo u otro, lo evocan (al final de tan
maravillosas letras, añado un microrrelato de mi autoría sin pretensión alguna
de equipararme a tan grandes autores solo de unirme a la bienvenida). Si os fijáis, es curioso observar la gama de
sensaciones tan dispares que provoca.
Otoño,
por Mario Benedetti
Aprovechemos
el otoño
antes de que el invierno nos escombre
entremos a codazos en la franja del sol
y admiremos a los pájaros que emigran
antes de que el invierno nos escombre
entremos a codazos en la franja del sol
y admiremos a los pájaros que emigran
Ahora que
calienta el corazón
aunque sea de a ratos y de a poco
pensemos y sintamos todavía
con el viejo cariño que nos queda
aunque sea de a ratos y de a poco
pensemos y sintamos todavía
con el viejo cariño que nos queda
Aprovechemos
el otoño
antes de que
el futuro se congele
y no haya
sitio para la belleza
antes de que
el futuro se nos vuelva escarcha.
Canción de otoño, por Paul Verlaine (curiosidad: los primeros
versos del poema fueron escogidos como contraseña por los aliados en la Segunda
Guerra Mundial para dar la señal a la resistencia francesa que se iniciaba el
desembarco de Normandía)
Los largos sollozos
de los violines
del otoño
hieren mi corazón
con monótona
languidez
Todo sofocante
y pálido, cuando
suena la hora,
yo me acuerdo
de los días de antes
y lloro
Y me voy
con el viento malvado
que me lleva
de acá para allá,
igual que a la
hoja muerta.
El otoño según George Eliot (Mary Anne Evan).
“¡Delicioso
otoño! Mi alma está muy apegada a él, si yo fuera un pájaro volaría sobre la
tierra buscando los otoños sucesivos.”
El otoño visto por Juan Ramón Jiménez
Esparce octubre, al blando
movimiento
del sur, las hojas áureas y las rojas,
y, en la caída clara de sus hojas,
se lleva al infinito el pensamiento.
Qué noble paz en este alejamiento
de todo; oh prado bello que deshojas
tus flores; oh agua fría ya, que mojas
con tu cristal estremecido el viento!
¡Encantamiento de oro! Cárcel pura,
en que el cuerpo, hecho alma, se enternece,
echado en el verdor de una colina!
En una decadencia de hermosura,
la vida se desnuda, y resplandece
la excelsitud de su verdad divina.
del sur, las hojas áureas y las rojas,
y, en la caída clara de sus hojas,
se lleva al infinito el pensamiento.
Qué noble paz en este alejamiento
de todo; oh prado bello que deshojas
tus flores; oh agua fría ya, que mojas
con tu cristal estremecido el viento!
¡Encantamiento de oro! Cárcel pura,
en que el cuerpo, hecho alma, se enternece,
echado en el verdor de una colina!
En una decadencia de hermosura,
la vida se desnuda, y resplandece
la excelsitud de su verdad divina.
Paisaje, por Federico García Lorca
La tarde equivocada
se vistió de frío.
se vistió de frío.
Detrás de
los cristales
turbios, todos los niños
ven convertirse en pájaros
un árbol amarillo.
turbios, todos los niños
ven convertirse en pájaros
un árbol amarillo.
La tarde
está tendida
a lo largo del río.
Y un rubor de manzana
tiembla en los tejadillos.
Otro otoño triste, por Miguel Hernández
Ya el otoño frunce su tul
de hojarasca sobre el suelo,
y en vuelo repentino,
la noche atropella la luz.
Todo es crepúsculo,
señoreando en mi corazón.
Hoy no queda en el cielo
ni un remanso de azul.
Qué pena de día sin sol.
Qué melancolía de luna
tan pálida y sola,
ay que frío y ay que dolor.
¿Dónde quedó el calor
del tiempo pasado,
a lo largo del río.
Y un rubor de manzana
tiembla en los tejadillos.
Otro otoño triste, por Miguel Hernández
Ya el otoño frunce su tul
de hojarasca sobre el suelo,
y en vuelo repentino,
la noche atropella la luz.
Todo es crepúsculo,
señoreando en mi corazón.
Hoy no queda en el cielo
ni un remanso de azul.
Qué pena de día sin sol.
Qué melancolía de luna
tan pálida y sola,
ay que frío y ay que dolor.
¿Dónde quedó el calor
del tiempo pasado,
la fuerza y
la juventud
que aún siento latir?
Se fue quizás con los días cálidos,
de los momentos que a tu lado viví.
Y así esperando tu regreso,
otro otoño triste ha llegado sin ti.
que aún siento latir?
Se fue quizás con los días cálidos,
de los momentos que a tu lado viví.
Y así esperando tu regreso,
otro otoño triste ha llegado sin ti.
Las estaciones, según Rosalía de Castro.
“Frío y
calor, otoño o primavera, ¿dónde se encuentra la alegría? Hermosas son las
estaciones todas para el mortal que en sí guarda la dicha”
Melancolía, por Manuel Machado
Me siento, a veces, triste
como una tarde del otoño viejo;
de saudades sin nombre,
de penas melancólicas tan lleno...
Mi pensamiento, entonces,
vaga junto a las tumbas de los muertos
y en torno a los cipreses y a los sauces
que, abatidos, se inclinan... Y me acuerdo
de historias tristes, sin poesía... Historias
que tienen casi blancos mis cabellos.
Amanecer de otoño, por Antonio Machado (dedicado a Julio Romero de Torres)
Una larga carretera
entre grises peñascales,
y alguna humilde pradera
donde pacen negros toros. Zarzas, malezas, jarales.
Está la tierra mojada
por las gotas del rocío,
y la alameda dorada,
hacia la curva del río.
Tras los montes de violeta
quebrado el primer albor:
a la espalda la escopeta,
entre sus galgos agudos, caminando un cazador.
Sonata
de Otoño (fragmento) Ramón del Valle Inclán
En
el fondo del laberinto cantaba la fuente como un pájaro escondido, y el sol
poniente doraba los cristales del mirador donde nosotros esperábamos. Era tibio
y fragante: gentiles arcos cerrados por vidrieras de colores le flanqueaban con
este artificio del siglo galante que imaginó las pavanas y las gaviotas. En
cada arco, las vidrieras formaban tríptico y podía verse el jardín en medio de
una tormenta, en medio de una nevada y en medio de un aguacero. Aquella tarde
el sol de otoño penetraba hasta el centro como la fatigada lanza de un héroe
antiguo.
Te recuerdo como eras en el último
otoño, por Pablo Neruda
Te recuerdo como eras en el
último otoño.
Eras la boina gris y el corazón en calma.
En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo.
Y las hojas caían en el agua de tu alma.
Apegada a mis brazos como una enredadera,
las hojas recogían tu voz lenta y en calma.
Hoguera de estupor en que mi sed ardía.
Dulce jacinto azul torcido sobre mi alma.
Siento viajar tus ojos y es distante el otoño:
boina gris, voz de pájaro y corazón de casa
hacia donde emigraban mis profundos anhelos
y caían mis besos alegres como brasas.
Cielo desde un navío. Campo desde los cerros.
Tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque en calma!
Más allá de tus ojos ardían los crepúsculos.
Hojas secas de otoño giraban en tu alma.
Eras la boina gris y el corazón en calma.
En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo.
Y las hojas caían en el agua de tu alma.
Apegada a mis brazos como una enredadera,
las hojas recogían tu voz lenta y en calma.
Hoguera de estupor en que mi sed ardía.
Dulce jacinto azul torcido sobre mi alma.
Siento viajar tus ojos y es distante el otoño:
boina gris, voz de pájaro y corazón de casa
hacia donde emigraban mis profundos anhelos
y caían mis besos alegres como brasas.
Cielo desde un navío. Campo desde los cerros.
Tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque en calma!
Más allá de tus ojos ardían los crepúsculos.
Hojas secas de otoño giraban en tu alma.
Esbozos, por Hermann
Hesse
El viento del Otoño crepita
frío entre los juncos secos,
envejecidos por el anochecer;
aleteando, las cornejas vuelan desde el sauce, tierra adentro.
Un viejo solitario se detiene un instante en una orilla,
siente el viento en sus cabellos, la noche y la nieve que se acercan,
desde la orilla en sombras mira la luz enfrente
donde entre nubes y lago la línea de la costa más lejana
todavía refulge en la cálida luz:
áureo más allá, dichoso como el sueño y la poesía.
La mirada sostiene con firmeza en la fulgurante imagen,
piensa en la patria, recuerda sus buenos años,
ve palidecer el oro, lo ve extinguirse,
se vuelve y, lentamente, se dirige
tierra adentro desde aquel sauce.
Un viejo solitario se detiene un instante en una orilla,
siente el viento en sus cabellos, la noche y la nieve que se acercan,
desde la orilla en sombras mira la luz enfrente
donde entre nubes y lago la línea de la costa más lejana
todavía refulge en la cálida luz:
áureo más allá, dichoso como el sueño y la poesía.
La mirada sostiene con firmeza en la fulgurante imagen,
piensa en la patria, recuerda sus buenos años,
ve palidecer el oro, lo ve extinguirse,
se vuelve y, lentamente, se dirige
tierra adentro desde aquel sauce.
El otoño, según George Sand (Aurore-Lucile Dupin).
“El otoño
es un andante melancólico y gracioso que prepara admirablemente el solemne
adagio del invierno”
Micro dedicado al otoño de mi autoría.
Otoño
Hoy
las calles no temen al sol que se había adueñado de ellas sin la más mínima
piedad, hoy no dejo al aire que me abrace y calme el calor de mi cuerpo, hoy
el mar golpea la roca con más fuerza y el cielo ha cambiado, es menos azul, más
caprichoso, traicionero a veces, hoy siento mis pasos al caminar sobre una
alfombra cobriza que danza al son del viento y embriaga mis sentidos, hoy me
siento renacer.
©2018, M. Carmen Rubio Bethancourt
Y
hasta aquí esta entrada tan otoñal, espero que os haya gustado y disfrutéis de
la nueva estación que ya está entre nosotros.