Óleo del pintor Albert Lynch
A
veces nos ocurre que algo que no esperamos nos hace mirar cuanto nos rodea con
otros ojos, incluso, ilusionarnos.
DOS PALABRAS
«¡Dios
mío!», ha exclamado un joven al pasar junto a mí de camino hacia su mesa en la
cafetería. Pero ¿por qué? Tendré algo
encima que llame la atención: una caca de paloma, una etiqueta, una mancha en
la cara... El espejo que tengo frente a mí no me muestra nada llamativo, una
chica de lo más normalita, o sea, yo sentada tomando café; lo que siempre hago
en el mismo lugar durante mi tiempo de descanso. Pero esas dos palabras… Noto que me observa el muchacho o ¿será
sugestión? No sé. ¡Vaya, debo volver al trabajo! ¡Qué lástima! Tal vez mañana
vuelva a verle.
©
M. Carmen Rubio Bethancourt