Una de las situaciones con las cuales me topé a la
hora de componer mis narraciones, usualmente en el procesador de textos Word,
fue la de introducir, en ellas, el guion largo para diálogo, pues es conocido
de todos que el que muestra el teclado del ordenador es el corto, fundamental
para unir palabras compuestas o para indicar separación de una palabra debido al
final de la línea, pero no para redactar una conversación entre personajes. Parece que
hay ciertas combinaciones de teclas que posibilitan obtenerlo, como Alt + 0151
; Ctrl + guion corto del teclado; Alt + G, pero, al menos en mi ordenador,
carente de teclado numérico, no da resultado, por lo que, para los y las que
estáis en la misma tesitura que yo, hay otras soluciones. Una, copiar el
formato de un guion largo y remplazarlo por los guiones cortos de nuestro
relato, otra, a mi parecer más cómoda,
es configurar nuestra propia combinación de teclas para que, desde el comienzo
de nuestro escrito, aparezca el guion largo sin necesidad de copiar y pegar.
Veréis, los pasos para conseguirlo son los siguientes: nos vamos a Insertar, de
aquí a Símbolo, Más símbolos, Caracteres especiales, dentro de ese cuadro
aparecerán los diversos guiones con las combinaciones de teclas para obtenerlos,
si os ocurre como a mí, que no os sale el deseado con las teclas sugeridas,
entonces, elegido el guion que necesitáis, le dais a Autocorrección, en este punto elegiremos
nuestras teclas (yo escogí pulsar dos veces al guion corto del teclado) y,
finalmente, Insertar y listo. Una vez en nuestro documento, cuando tecleemos
nuestra selección de teclas, deberá aparecer el guion largo en el momento
preciso. Al menos a mí me funciona. Espero haberos ayudado. Y como ejemplo os dejo
a continuación parte de un dialogo que aparece en una de las primeras páginas
de mi novela “Futuro bajo sospecha”.
(Dialogo sostenido entre la
protagonista y narradora de la historia: Desirée, y una de las asistentes del
bunkér de refugiados: Isabel)
–¡Pero, ¿qué
ha ocurrido exactamente que sea tan grave?! –empezaba a impacientarme.
–Pues…
–parecía temer hacérmelo saber– que se ha vertido una oleada de productos
tóxicos, tan brutal, que nuestro entorno ha quedado en una situación alarmante,
insoportable y, en consecuencia, por el momento, sin posibilidad de una solución
a nivel exterior; sería exponer demasiado a los que intentasen ayudarnos. No
quiero asustarla –expresó al ver, imagino, mi cara de espanto–, pero sí
contarle la verdad, y la verdad es que estamos aislados, solos, recluidos en
este lugar, en espera de que la situación mejore o haga posible el acceso a la
zona por los que puedan socorrernos. Pero hasta que eso ocurra, este refugio es
nuestra única oportunidad. En él no tiene que temer, Desirée, este lugar está
provisto de recursos imprescindibles y suficientes para subsistir meses.
–¡Meses…!
–repetí aterrada.
–No
Desirée, no se alarme. No quiero decir que vayamos a estar aquí encerrados
tanto tiempo, sólo que hay medios suficientes para aguantar largas temporadas,
si hubiese menester. Pero eso es algo que no consideramos probable.
–¿Y
cuánto tiempo, dadas las circunstancias, creen ustedes que tendremos que permanecer
aquí? –pregunté sobrecogida y con cierta acritud por cuanto oía.
–¿Permanecer
aquí…? Bueno, por el momento, no hay un tiempo concreto. Se estima, debido a la
rapidez con la que se está actuando para solucionar los problemas, porque no
hay un solo instante que no se trabaje en ello, que en unas dos semanas…
–¡¿Dos
semanas?! –repetí y cuestioné, pues me pareció un tiempo excesivo para dar
salida a unas dificultades que se presentaban en una época en la que los
avances tecnológicos estaban a la orden del día.
–Sí
–afirmó con pesar–. Aunque ese margen de días, créame, sería un gran logro tal
como se encuentra la situación en estos momentos.
–Es
decir, qué probablemente sea más... –crecía mi asombro.
–No,
no creemos. Tenga esperanza.
(Autora del texto y del diálogo M. Carmen Rubio Bethancourt)