Sueño causado por el vuelo de una abeja alrededor de una granada un segundo antes de despertar, Dalí, 1944
Aunque los sueños, sueños son, como ya dijera Calderón en su
obra La vida es sueño, nadie puede
negar que nuestras experiencias oníricas son capaces de hacernos
sentir tan intensamente como lo haríamos de estar despiertos, eso sí, dentro de
un mundo de lo más fantástico e, incluso, absurdo. Sin embargo, es precisamente
este caudal de fantasía que aportan los sueños el que ha servido, y sirve, a no
pocos artistas para crear algunas de sus obras. Y valgan estos ejemplos para
corroborar lo que digo: Paul McCarney
aseguró que gracias a un sueño compuso la melodía de Yesterday; el pintor
surrealista Dalí, al parecer, comía
erizos cubiertos de una salsa oscura a base de chocolate (a la catalana) antes
de acostarse porque le inducía a tener ‹‹interesantes sueños»; Misery, novela de Stephen King, surgió de una
pesadilla que tuvo el autor sobre una fan obsesionada por él; el escritor británico Robert
Louis Stevenson intuyó la trama de El
extraño caso de Dr. Jekyll y Mr. Hyde después de soñar varias
veces con el personaje del detestable Mr.
Hyde; en el Libro
de sueños, del escritor argentino Jorge Luís Borges, el autor dejó escrito lo siguiente: «Los sueños constituyen el más antiguo y el
no menos complejo de todos los géneros literarios», la obra es una
recopilación de textos de la literatura universal basados en ellos; el pintor
catalán Miró aplicaba los mecanismos
del sueño para crear el lenguaje gráfico de sus obras. Freud en 1900 publicó su obra La
interpretación de los sueños, en ella afirma que la función de estos es la
de expresar los deseos reprimidos (según Freud,
Los sueños
ofrecen muchas pistas para revelar
conflictos inconscientes). Hoy día dicha
teoría es discutible por algunos autores, pero lo que sí no se puede negar
es que soñar es como entrar en otro mundo, un mundo fantástico donde el tiempo
y el espacio no tienen sentido alguno y en el que todo es posible, tanto, como
encontrarnos con personas a las que creímos perdidas para siempre. Justamente
esta sensación (nacida de los sueños, de mis sueños), ha sido la que me ha
llevado a componer el siguiente microrrelato que espero sea de vuestro agrado.
© M. Carmen Rubio Bethancourt
Por
encima de las nubes
Hoy
he caminado por encima de las nubes sobre un elefante pintado de colores. A lo
lejos, en la inmensidad de un azul diáfano, vi aparecer de la nada una puerta,
una simple puerta. Al llegar a ella, bajé del elefante y la crucé sin él. Las
nubes, antes alfombra blanca y suave de nuestro camino, saturaban todo el
espacio haciéndome imposible ver más allá de mí. Me acaparó el miedo a la
soledad. A poco de sentir mis lágrimas resbalar por mis mejillas, una risa
conocida me hizo girar la cabeza. Era él, mi padre. Llegaba, como de costumbre,
alegre y dispuesto a rescatarme de cualquier amenaza que me acechase, aunque
esta fuera, incluso, una ilusión. De su mano, descendí hasta un paisaje
indescriptible en el que se encontraban todos los que un día marcharon, muy
jóvenes, bellos, plenos de luz. Tan ensimismada y feliz estaba junto a ellos
que no deseaba partir cuando el elefante regresó a buscarme.
Tal
vez esta noche, mis sueños, quieran llevarme otra vez al mismo lugar.
© M.
Carmen Rubio Bethancourt, 2020