domingo, 31 de enero de 2016

Microrrelato a modo de reflexión.


En esta entrada voy a exponer otro de mis microrrelatos. Hacía tiempo que no mostraba escritos de mi autoría, y lo hago con uno que desea rendir homenaje a una persona que tristemente perdió su lucha contra una terrible enfermedad, mi padre. Naturalmente que muchas de estas batallas son ganadas, y esa es la meta que debemos perseguir cuando algo tan indeseable invade nuestro ser. Mi padre lo hizo y consiguió ser con ello para mí más admirable de lo que lo era. Sin embargo, cuando no se logra se hunde uno tanto… Al menos así lo sentí y de lo cual aprendí una lección que quedó grabada en mí: cada día de nuestra vida debemos deleitarnos de todo lo hermoso y bueno que nos rodea. Mi novela “Futuro bajo sospecha” hace hincapié en la misma reflexión.


Adiós.

Estoy rodeado por mis seres queridos bajo una atmósfera de tristeza que no quisiera que padeciera nadie, es terrible. Es difícil asimilar lo que soy de lo que fui, ahora un viejo hombre abatido, decrépito, marcado con rasgos de muerte. Intento disimular con forzadas sonrisas lo que siento, pero sus miradas son testimonio de que no soy creíble. Lucho, pero no puedo, mil cadenas tiran de mí hacia el irremediable final. Quisiera tranquilizar a todos, incluso a mí de que es mi hora y lo asumo tranquilamente, aunque ni siquiera mi voz es capaz de pronunciar una sola sílaba de tan gran mentira. Sin embargo, aún creo en los milagros, y para ello cada segundo pido a Dios un año, unos meses, unos días… los justos para saborear cada minuto de lo que me regale de vida. Pero cada señal de mi cuerpo, de una enfermedad que no da tregua, me indican lo contrario: un día menos. ¡Adiós! Pero ¿cómo hacerlo? ¿Cómo resignarme a no ver más la luz del sol; a no oler el mar de mi tierra; a no besar a mis hijos; a no sentirte, amor mío…? ¿Cómo ser capaz de decir adiós a todo lo que quiero? No, realmente en esta batalla pierdo, pero soy incapaz de mostrar bandera blanca.


© M. Carmen Rubio Bethancourt

2 comentarios:

  1. Profunda y terrible reflexión. Yo nuca supe qué pensaron mis padres en sus últimos momentos. Pasaron de la lucidez mediana a la oscuridad en muy poco tiempo. Tampoco sé que pensaré yo cuando se acerque el momento ni si tendré la lucidez necesaria para pensar.
    Amargos momentos los de la pérdida de un padre o una madre. Todos los padres y madres merecen un sentido recuerdo como el que plasmas en esta entrada.
    Un abrazo.

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  2. Hola Josep Mª. Yo tampoco sé exactamente que pasaba por la cabeza de mi padre en tan duros momentos, pero es lo que imagino, porque es lo que yo sentiría al tener personas y cosas maravillosas por perder. Gracias por visitarme y ser siempre tan gentil conmigo y mis publicaciones. Un abrazo.

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