martes, 11 de diciembre de 2018

Cuentos de Navidad



Imagen película de Disney, "Cuento de Navidad".         
Si hay una época que incite a la imaginación a crear historias esa es, sin duda alguna, la Navidad. Y muestra de ello es la cantidad de relatos que tienen que ver con esta fechas. Por citar algunos de ellos: “La pequeña cerillera” de Hans Christian Andersen; “Vida y aventuras de Santa Claus” de L. Frank Baum;  “El expreso polar” de Chris van Allsburg; “El primer milagro” de Azorín; “Cuento de Nochebuena” De Rubén Darío,  “Un árbol navideño y una boda” de Fiodor Dostoievsky;  “Los elfos y el zapatero” de los Hermanos Grimm; “Día de Reyes” de María Lejárraga, “Estas navidades siniestras” de Gabriel García Márquez; “Cuento de Navidad” de Emilia Pardo Bazán, “La adoración de los Reyes” de Valle-Inclán… Y así podríamos seguir hasta completar una larga lista de cuentos. Porque extraño es el autor que se haya resistido a escribir algunas letras que tengan que ver con esta celebración tan universal y entrañable. No obstante, de todos ellos, hay uno que se lleva el galardón de ser el más leído, el más representado, el más versionado… y es, como todos imagináis, “Canción de Navidad” (A Christmas Carol), o también llamado “Cuento de Navidad” de Charles Dickens. La trama del relato, para quien aún no la conozca, tal vez haya por ahí algún despistado, gira en torno a la figura del señor Scrooge, un anciano avaro y explotador que es visitado en su casa por el espíritu de su antiguo socio, Jacob Marley (arrastrando unas cadenas fruto de sus pecados), para anunciarle que se le aparecerán por la noche tres fantasmas: el de las navidades pasadas, presente y futura, al objeto de mostrarle episodios de su vida y lo que le espera de no cambiar de forma de ser. Al final de la historia descubriremos si los tres fantasmas han sido capaces de transformar al desalmado y avaro señor Scrooge. 
En mi opinión, Dickens con este relato no solo sabe atrapar la atención del lector con una historia sublime, sino que nos hace mirar a nuestro propio corazón incitándonos a ser mejores personas con nuestros semejantes; es bien sabido que el motor que impulsó gran parte de la obra de Dickens e, incluso, de acciones de su vida fue la justicia social (por ejemplo, colaboró en  crear una casa para mujeres repudiadas de la sociedad: “Urania Cottage”, donde éstas aprendían a leer y escribir y se graduaban), ya que desde muy niño padeció calamidades como trabajar o ver a su padre encarcelado por deudas.
©2018 M. Carmen Rubio Bethancourt

Y, por aportar mi granito de arena en esto de los cuentos navideños y los buenos propósitos, os dejo este pequeño relato que  espero os guste (al final del mismo añado un enlace donde podréis descargar el cuento de Dickens). ¡Feliz Navidad!

El espíritu de la Navidad

Hacía unos años que Violeta vivía fuera de Madrid y regresaba por Navidad. Sin embargo, qué poca ilusión le hacían a la joven aquellas fiestas; le parecían tediosas con tantos mensajes de buena voluntad que tan solo habrían de durar, y con bastante esfuerzo, unos días. No obstante, se reuniría con la familia a cumplir con lo que exigían tales fechas. Justo el día antes de Nochebuena, el padre de Violeta, observador del estado tan racional por el que atravesaba su hija, la invitó a acompañarle a la Plaza Mayor. La joven refunfuñó un poco, aunque, finalmente, cedió. Violeta y su padre arribaron en la plaza entrada la noche, exactamente en el momento en el que se encendían las luces que decoraban el emplazamiento y los distintos puestecillos que lo ocupaban. El aliento de la joven se contuvo, porque, como lo hiciese el clic del interruptor con aquellas bombillas dándoles alegría, su mente, en un fulminante flash, se trasladó a los años de su niñez en similares circunstancias. ¡Cuánto disfrutaba con sus hermanos recorriendo, uno tras otro, los tenderetes buscando figuritas para el belén o comiendo castañas asadas para endulzar el paseo y repeler el frío de la tarde! Y la cena de Nochebuena…, su madre se empleaba a fondo en hacer el mejor pavo que se habría de comer en toda la ciudad. Y Violeta daba por hecho que lo conseguía, porque qué bien olía y qué bien sabía aquel asado, tanto que no había un solo adulto que probase tan suculento manjar que no pidiera la receta a su madre; de ella Violeta solo retenía: ‹‹Mucho Tomillo, laurel y una pizca de pimienta». Después de disfrutar de la buena mesa, llegaba el turno de los villancicos y, con un poco de suerte y dos copitas de anís, las bulerías de la tía Carmen, éstas tan bien ‹‹cantás» que lograban hacer bailar, incluso, a la abuela Felisa (muy dada ella a echar ‹‹cabezaditas» en la butaca). La emoción de los recuerdos embargó a Violeta, hasta el punto de sentirse culpable por haber dejado de derrochar sin condiciones su alegría. Su padre, que pareció advertir su desazón, le dio un beso en la mejilla, precisamente el impulso que necesitaba para abrir de par en par su corazón a la Navidad.
©2018 M. Carmen Rubio Bethancourt

Enlace relato “Canción de Navidad” de Charles DicKens.




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