El matrimonio Arnolfini, de Jan Van Eyck
Esta
nueva entrada es fruto de un ejercicio literario (tenía que componer un pequeño
relato narrando en segunda persona, es decir, como si lo estuviera expresando
directamente al lector, aunque éste no sea su destinatario), pero excepto para cartas
o mensajes privados no es el modo en el que me gusta contar historias. Sin
embargo, es bueno enfrentarse a este tipo de retos que ni siquiera se te pasan
por la mente. A ver qué os parece mi pequeña reprimenda a esos compañeros y
compañeras sentimentales que no nos hacen ni caso.
Unión imperfecta
Me
echas la culpa de nuestra separación y te atreves a decir que no he puesto nada
de mi parte por continuar, ¡qué risa me da! ¿Sabes la de días y noches que he
llorado tu indiferencia? No, no lo sabes, ¿cómo ibas a darte cuenta si apenas
me mirabas y apenas me escuchabas? Pero, claro, a todo se acostumbra uno, en mi
caso, a no necesitarte. ¡Ah!, antes de marchar, si te duele tener que limpiar la
casa, planchar la ropa, hacer tu almuerzo o la cena..., no te preocupes, hay mucha
demanda laboral para ejercer este tipo de tareas.
©M.
Carmen Rubio Bethancourt
Pues te ha quedado muy bien. Yo no recuerdo haber usado jamás la segunda persona; o bien la primera, o modo de confesión o reflexión, o (más frecuentemente) la tercera, como narrador.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Josep, pues me alegra tu opinión. A mí me gusta narrar sobre todo en primera persona, pero la tercera da más juego a otros personajes, la segunda no me llena demasiado para lo que me gusta hacer: contar relatos. Gracias por visitarme, un abrazo querido amigo.
EliminarTodo un reto superado.
ResponderEliminarCon un fondo muy actual.
Maravillado me has !
Saludos compi tertuliana.
Siempre aprendo de Vos.
Gracias, Fernando. Tú siempre tan amable y gran pozo de sabiduría.
EliminarNo es un relato exclusivo en segunda persona
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